Ocurrió recientemente en un juicio en el que unos opositores habían impugnado las correcciones ortográficas realizadas por el tribunal, lo que había determinado que quedaran fuera del proceso de selección. Nada más comenzar la vista oral, le sonó el teléfono a una de las personas que se hallaban entre el público, quien rápidamente lo apago no sin antes sonrojarse. Lo que no se esperaba es lo que ocurrió sólo dos minutos después. Comenzó a sonar de nuevo un teléfono móvil. El juez miró para ambos lados del estrado y, al final, comprobó que se trataba de su propio teléfono.
--Perdonen, pero no me llaman nunca. Lo puedo jurar. --dijo el juez dirigiéndose hacia el público que abarrotaba la sala.
jueves, 22 de febrero de 2007
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