Ocurrió al final de un juicio cuando un magistrado ofreció a unos acusados de un fraude millonario a la Seguridad Social la posibilidad de ejercer su derecho a la última palabra, con la finalidad de que pudieran dar nuevos argumentos para reivindicar su supuesta inocencia. El magistrado preguntó a una mujer que estaba sentada en el banquillo:
--¿Quiere usted ejercer su derecho a la última palabra, a decir algo en su defensa? --preguntó el juez...
--Sí quiero hablar, señoría. Pero hay un problema: me estoy haciendo pipí desde hace ya varias horas y no puedo aguantar más...
El magistrado decidió entonces suspender la vista durante unos minutos y, después, la acusada, ya más desahogada, pudo utilizar su derecho a la última palabra...
No fue la única situación anecdótica que se produjo en el juicio, porque nos cuentan que uno de los abogados no pudo evitar salir llorando mientras exponía su informe de conclusiones. La razón: se emocionó cuando estaba recordando a un testigo del proceso que había fallecido hacía algún tiempo...
martes, 21 de noviembre de 2006
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